Barras Bravas. Tema para agendar
Jueves 8 de marzo de 2007
Editorial I
Un paso contra la violencia en el fútbol
Editorial I
Un paso contra la violencia en el fútbol
La decisión de la Corte Suprema de Justicia de responsabilizar a los clubes de fútbol y a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) de los eventuales daños que sufran los asistentes a los partidos es un paso muy positivo para comenzar a ponerles fin a los desmanes cometidos por las hordas de peligrosos delincuentes -verdaderas asociaciones ilícitas- que se han apoderado de la seguridad de los estadios y que, semana tras semana, ponen en riesgo la integridad física de los espectadores.
Anteayer, el máximo tribunal condenó al Club Lanús y a la AFA a indemnizar a un chofer que aguardaba en las inmediaciones de ese estadio la finalización de un partido del torneo Apertura realizado en 1996 y que sufrió una lesión grave en su ojo izquierdo, causada por uno de los proyectiles arrojados desde una de las tribunas.
Como casi siempre ocurrió en este tipo de incidentes, el club intentó deslindar su responsabilidad argumentando sobre el negligente accionar de los efectivos policiales asignados a controlar la seguridad durante el cotejo, mientras que la AFA sostuvo que la culpa debía recaer sobre la entidad que había organizado el encuentro en su estadio.
Más penoso aún fue escuchar durante años al eterno presidente de la AFA, Julio Grondona, reiterar una y otra vez que esa entidad "se ocupa del fútbol, no de la seguridad". De esa forma, ni las entidades organizadoras ni la asociación de clubes asumieron jamás la responsabilidad que les cabía para poner fin al fenómeno de las barras bravas, que al amparo de los dirigentes del fútbol o aprovechando su complicidad o su negligencia apuestan invariablemente a la violencia, interrumpen los espectáculos deportivos, atemorizan al resto del público e, incluso, no dudan en extorsionar a dirigentes y futbolistas para obtener diversas prebendas.
La Corte, con argumentos claros y categóricos, dio por tierra con aquellos criterios que vienen asegurando la impunidad de los inadaptados y de quienes los protegen o toleran.
Respecto del club, el tribunal lo responsabilizó aun cuando la lesión no se produjo dentro del estadio, sino en sus inmediaciones, porque basta, según lo señala la ley de violencia en el deporte, que el daño se haya producido "con ocasión" de la realización del partido.
La sentencia sostiene que el club organizador del espectáculo tiene el deber de tomar todas las medidas necesarias para que el encuentro se desarrolle normalmente, sin peligro para el público y los participantes. Para ello debe impedir el ingreso de inadaptados y exigir a los concurrentes el cumplimiento de las leyes, extremando las medidas de seguridad. Además, la ley de espectáculos deportivos persigue esa finalidad de protección y, por otra parte, la costumbre indica que durante un partido tanto el estadio como sus inmediaciones están bajo el control y la responsabilidad del club.
Mucho más relevante aún es que la Corte haya establecido con total claridad la responsabilidad de la AFA, que no es una simple federación de clubes, sino una organización muy especial, con un importantísimo grado de intervención sobre las instituciones asociadas, por lo cual tiene el deber de preocuparse en grado extremo por la seguridad de los asistentes a los espectáculos futbolísticos.
El máximo órgano judicial señaló particularmente que la AFA tiene facultades de control sobre las condiciones que deben reunir los estadios, la venta de entradas, la designación de los árbitros, la verificación de las medidas de seguridad y, además, se beneficia con un porcentaje sobre la recaudación bruta de los partidos, así como del producido de la televisación. De modo que si participa de la organización del torneo y obtiene un provecho de su realización, debe participar de las pérdidas.
Ningún análisis del fenómeno del fútbol puede soslayar que la violencia se ha apoderado de este deporte y que el eternizado titular de la AFA nunca asumió el deber que tenía como dirigente de restablecer la tranquilidad en los estadios y, en cambio, protegió por omisión la continuidad e impunidad de las mafias que azotan a los hinchas con sus bárbaros ataques.
Alguien, entonces, debería asumir la responsabilidad que otros eludieron durante años, y fue la Corte Suprema la que, enhorabuena, decidió hacerlo. Sin embargo, la sentencia no podrá solucionar un problema tan hondo si los dirigentes del fútbol, las autoridades públicas -incluidos no pocos dirigentes políticos a quienes las barras bravas les resultan funcionales- y las fuerzas policiales no acompañan con su accionar la tarea de erradicar la violencia de este deporte.
Link permanente: http://www.lanacion.com.ar/889478
Anteayer, el máximo tribunal condenó al Club Lanús y a la AFA a indemnizar a un chofer que aguardaba en las inmediaciones de ese estadio la finalización de un partido del torneo Apertura realizado en 1996 y que sufrió una lesión grave en su ojo izquierdo, causada por uno de los proyectiles arrojados desde una de las tribunas.
Como casi siempre ocurrió en este tipo de incidentes, el club intentó deslindar su responsabilidad argumentando sobre el negligente accionar de los efectivos policiales asignados a controlar la seguridad durante el cotejo, mientras que la AFA sostuvo que la culpa debía recaer sobre la entidad que había organizado el encuentro en su estadio.
Más penoso aún fue escuchar durante años al eterno presidente de la AFA, Julio Grondona, reiterar una y otra vez que esa entidad "se ocupa del fútbol, no de la seguridad". De esa forma, ni las entidades organizadoras ni la asociación de clubes asumieron jamás la responsabilidad que les cabía para poner fin al fenómeno de las barras bravas, que al amparo de los dirigentes del fútbol o aprovechando su complicidad o su negligencia apuestan invariablemente a la violencia, interrumpen los espectáculos deportivos, atemorizan al resto del público e, incluso, no dudan en extorsionar a dirigentes y futbolistas para obtener diversas prebendas.
La Corte, con argumentos claros y categóricos, dio por tierra con aquellos criterios que vienen asegurando la impunidad de los inadaptados y de quienes los protegen o toleran.
Respecto del club, el tribunal lo responsabilizó aun cuando la lesión no se produjo dentro del estadio, sino en sus inmediaciones, porque basta, según lo señala la ley de violencia en el deporte, que el daño se haya producido "con ocasión" de la realización del partido.
La sentencia sostiene que el club organizador del espectáculo tiene el deber de tomar todas las medidas necesarias para que el encuentro se desarrolle normalmente, sin peligro para el público y los participantes. Para ello debe impedir el ingreso de inadaptados y exigir a los concurrentes el cumplimiento de las leyes, extremando las medidas de seguridad. Además, la ley de espectáculos deportivos persigue esa finalidad de protección y, por otra parte, la costumbre indica que durante un partido tanto el estadio como sus inmediaciones están bajo el control y la responsabilidad del club.
Mucho más relevante aún es que la Corte haya establecido con total claridad la responsabilidad de la AFA, que no es una simple federación de clubes, sino una organización muy especial, con un importantísimo grado de intervención sobre las instituciones asociadas, por lo cual tiene el deber de preocuparse en grado extremo por la seguridad de los asistentes a los espectáculos futbolísticos.
El máximo órgano judicial señaló particularmente que la AFA tiene facultades de control sobre las condiciones que deben reunir los estadios, la venta de entradas, la designación de los árbitros, la verificación de las medidas de seguridad y, además, se beneficia con un porcentaje sobre la recaudación bruta de los partidos, así como del producido de la televisación. De modo que si participa de la organización del torneo y obtiene un provecho de su realización, debe participar de las pérdidas.
Ningún análisis del fenómeno del fútbol puede soslayar que la violencia se ha apoderado de este deporte y que el eternizado titular de la AFA nunca asumió el deber que tenía como dirigente de restablecer la tranquilidad en los estadios y, en cambio, protegió por omisión la continuidad e impunidad de las mafias que azotan a los hinchas con sus bárbaros ataques.
Alguien, entonces, debería asumir la responsabilidad que otros eludieron durante años, y fue la Corte Suprema la que, enhorabuena, decidió hacerlo. Sin embargo, la sentencia no podrá solucionar un problema tan hondo si los dirigentes del fútbol, las autoridades públicas -incluidos no pocos dirigentes políticos a quienes las barras bravas les resultan funcionales- y las fuerzas policiales no acompañan con su accionar la tarea de erradicar la violencia de este deporte.
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Sólo una facción de la barra brava, en un Monumental partido en dos
Sin los jefes de Los Borrachos del Tablón,
Sin los jefes de Los Borrachos del Tablón,
apareció la Banda del Oeste; un cordón de madera rodeó el estadio
El regreso al Monumental por la Copa Libertadores, después de los incidentes del 11 del mes pasado que derivaron en la suspensión de la cancha para el torneo local, ofreció un paisaje distinto: alrededor del anillo se levantó un cordón de madera de tres metros con el fin de separar la actividad social del movimiento de público para el encuentro ante Caracas.
Fue, literalmente, un estadio partido en dos. Esa muralla construida desde el portón de Figueroa Alcorta al de Udaondo obligó a que los socios que utilizaron las instalaciones tuvieran que salir del club para reingresar y así acceder a las tribunas por el pasadizo correspondiente.
Si a eso le sumamos que hubo vallados en varios sectores y cacheos policiales para cada auto que ingresó, entonces se trató decididamente de una noche enrarecida, todo en el marco de la pelea que entablan Los Borrachos del Tablón.
En las tribunas no aparecieron los altos mandos ya que tienen la entrada prohibida al club, pero a los cinco minutos del cotejo irrumpieron los del Oeste, un subgrupo fuerte de Los Borrachos, que desplegaron una bandera rojiblanca que decía: "La Banda del Oeste no se vende". Fue un mensaje certero a la búsqueda de ganar más terreno en una puja interna contra Alan Schlenker -el Borracho más caracterizado-, que si bien no estuvo contó en las tribunas con representantes de la segunda línea de la barra.
Luego, aquel trapo de la Banda del Oeste desapareció misteriosamente...
En este contexto, sigue en marcha la causa por los episodios ocurridos aquel 11 de febrero antes del match en Lanús, en los quinchos del club de Núñez, en donde se enfrentaron integrantes de los Borrachos.
Pese a que el secreto de sumario motivó una aparente interrupción, continúan a buen ritmo las investigaciones. Se suceden las declaraciones testimoniales de la causa y ayer surgió una novedad: la fiscal de Saavedra, Claudia Barcia, presentó una denuncia por incumplimiento de deberes de funcionario público contra Adalberto Rubén Ivarola, comisario de la 51°, y Enrique Capdevila, jefe de la circunscripción.
Barcia recibió el visto bueno para la prórroga del secreto de sumario. "Es un procedimiento trabajoso, la gente tiene miedo, aunque habrá un salto cualitativo a fin de mes, cuando declaren los integrantes de la comisión directiva del club", se deslizó de alguien cercano a la causa, en la que habrá más imputados -son miembros de la hinchada- además de siete barras y la comisión directiva de River.
Ya fueron citados y notificados Adrián Rousseau, Alan y William Schlenker, Martín Gonzalo Acro, Alexis Decoste y Cristian Ghisletti, ex socios con la entrada prohibida por ser señalados por la Justicia como los cabecillas de la barrabrava. A estos seis se les sumó Hernán Daniel Taboada, alias "El Clon Hernán", socio del club.
# El extraño caso de los 200 tickets perdidos
Un hecho por demás sugestivo: de la boletería de River se extraviaron anoche 200 plateas altas; 100 de ellas se encontraron luego desparramadas en un baño. El club hizo la denuncia y la fiscal Barcia pidió datos y se interiorizó del caso. Además, la platea San Martín alta y la cabecera Centenario fueron inhabilitadas para favorecer la logística de la seguridad.
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/889850
Fue, literalmente, un estadio partido en dos. Esa muralla construida desde el portón de Figueroa Alcorta al de Udaondo obligó a que los socios que utilizaron las instalaciones tuvieran que salir del club para reingresar y así acceder a las tribunas por el pasadizo correspondiente.
Si a eso le sumamos que hubo vallados en varios sectores y cacheos policiales para cada auto que ingresó, entonces se trató decididamente de una noche enrarecida, todo en el marco de la pelea que entablan Los Borrachos del Tablón.
En las tribunas no aparecieron los altos mandos ya que tienen la entrada prohibida al club, pero a los cinco minutos del cotejo irrumpieron los del Oeste, un subgrupo fuerte de Los Borrachos, que desplegaron una bandera rojiblanca que decía: "La Banda del Oeste no se vende". Fue un mensaje certero a la búsqueda de ganar más terreno en una puja interna contra Alan Schlenker -el Borracho más caracterizado-, que si bien no estuvo contó en las tribunas con representantes de la segunda línea de la barra.
Luego, aquel trapo de la Banda del Oeste desapareció misteriosamente...
En este contexto, sigue en marcha la causa por los episodios ocurridos aquel 11 de febrero antes del match en Lanús, en los quinchos del club de Núñez, en donde se enfrentaron integrantes de los Borrachos.
Pese a que el secreto de sumario motivó una aparente interrupción, continúan a buen ritmo las investigaciones. Se suceden las declaraciones testimoniales de la causa y ayer surgió una novedad: la fiscal de Saavedra, Claudia Barcia, presentó una denuncia por incumplimiento de deberes de funcionario público contra Adalberto Rubén Ivarola, comisario de la 51°, y Enrique Capdevila, jefe de la circunscripción.
Barcia recibió el visto bueno para la prórroga del secreto de sumario. "Es un procedimiento trabajoso, la gente tiene miedo, aunque habrá un salto cualitativo a fin de mes, cuando declaren los integrantes de la comisión directiva del club", se deslizó de alguien cercano a la causa, en la que habrá más imputados -son miembros de la hinchada- además de siete barras y la comisión directiva de River.
Ya fueron citados y notificados Adrián Rousseau, Alan y William Schlenker, Martín Gonzalo Acro, Alexis Decoste y Cristian Ghisletti, ex socios con la entrada prohibida por ser señalados por la Justicia como los cabecillas de la barrabrava. A estos seis se les sumó Hernán Daniel Taboada, alias "El Clon Hernán", socio del club.
# El extraño caso de los 200 tickets perdidos
Un hecho por demás sugestivo: de la boletería de River se extraviaron anoche 200 plateas altas; 100 de ellas se encontraron luego desparramadas en un baño. El club hizo la denuncia y la fiscal Barcia pidió datos y se interiorizó del caso. Además, la platea San Martín alta y la cabecera Centenario fueron inhabilitadas para favorecer la logística de la seguridad.
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/889850
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